San Marcos, el autor del Segundo Evangelio | |||
Biografía del apóstol que fue intérprete de Pedro. | |||
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El presente blog trata de publicar la vida de muchos de los santos que tiene la iglesia católica, que son un ejemplo vivo del amor de Dios.
lunes, 24 de octubre de 2011
San Marcos
San Antonio Abad
San
Antonio
Abad
Conocemos
la vida del abad Antonio, cuyo nombre significa
"floreciente" y al que la tradición llama el
Grande, principalmente a través de la biografía redactada
por su discípulo y admirador, san Atanasio, a fines del siglo
IV.
Este escrito, fiel a los
estilos literarios de la época y ateniéndose a las concepciones entonces
vigentes acerca de la espiritualidad, subraya en la vida de Antonio -más
allá de los datos maravillosos- la permanente entrega a Dios en un
género de consagración del cual él no es históricamente el primero,
pero sí el prototipo, y esto no sólo por la inmensa influencia de la
obrita de Atanasio.
En su juventud, Antonio, que
era egipcio e hijo de acaudalados campesinos, se sintió conmovido por las
palabras de Jesús, que le llegaron en el marco de una celebración
eucarística: "Si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que tienes
y dalo a los pobres...".
Así lo hizo el rico heredero,
reservando sólo parte para una hermana, a la que entregó, parece, al
cuidado de unas vírgenes consagradas.
Llevó inicialmente vida
apartada en su propia aldea, pero pronto se marchó al desierto,
adiestrándose en las prácticas eremíticas junto a un cierto
Pablo, anciano experto en la vida solitaria.
En su busca de soledad y
persiguiendo el desarrollo de su experiencia, llegó a fijar su
residencia entre unas antiguas tumbas. ¿Por qué esta elección?. Era un
gesto profético, liberador. Los hombres de su tiempo -como los de
nuestros días - temían desmesuradamente a los cementerios, que creían
poblados de demonios. La presencia de Antonio entre los abandonados
sepulcros era un claro mentís a tales supersticiones y proclamaba, a su
manera, el triunfo de la resurrección. Todo -aún los lugares que más
espantan a la naturaleza humana - es de Dios, que en Cristo lo ha redimido
todo; la fe descubre siempre nuevas fronteras donde extender la
salvación.
Pronto la fama de su ascetismo
se propagó y se le unieron muchos fervorosos imitadores, a los que
organizó en comunidades de oración y trabajo. Dejando sin embargo esta
exitosa obra, se retiró a una soledad más estricta en pos de una
caravana de beduinos que se internaba en el desierto.
No
sin nuevos esfuerzos y desprendimientos personales, alcanzó la cumbre de
sus dones carismáticos, logrando conciliar el ideal de la vida solitaria
con la dirección de un monasterio cercano, e incluso viajando a
Alejandría para terciar en las interminables controversias
arriano-católicas que signaron su siglo.
Sobre todo, Antonio, fue padre
de monjes, demostrando en sí mismo la fecundidad del Espíritu. Una
multisecular colección de anécdotas, conocidas como
"apotegmas" o breves ocurrencias que nos ha legado la
tradición, lo revela poseedor de una espiritualidad incisiva, casi
intuitiva, pero siempre genial, desnuda como el desierto que es su marco y
sobre todo implacablemente fiel a la sustancia de la revelación
evangélica. Se conservan algunas de sus cartas, cuyas ideas principales
confirman las que Atanasio le atribuye en su "Vida".
Antonio murió muy anciano,
hace el año 356, en las laderas del monte Colzim, próximo al mar Rojo;
al ignorarse la fecha de su nacimiento, se le ha adjudicado una improbable
longevidad, aunque ciertamente alcanzó una edad muy avanzada.
La figura del abad delineó
casi definitivamente el ideal monástico que perseguirían muchos fieles
de los primeros siglos.
No siendo hombre de estudios,
no obstante, demostró con su vida lo esencial de la vida monástica, que
intenta ser precisamente una esencialización de la práctica cristiana:
una vida bautismal despojada de cualquier aditamento.
Para nosotros, Antonio encierra un mensaje aún válido y actualísimo: el monacato del desierto continúa siendo un desafío: el del seguimiento extremo de Cristo, el de la confianza irrestricta en el poder del Espíritu de Dios.
miércoles, 12 de octubre de 2011
San Francisco de Asis
Francisco de Asís, San |
Fundador de la Orden de los Frailes Menores
(OFM), conocidos como los franciscanos
Octubre 4
San Francisco fue un santo que vivió tiempos difíciles de la Iglesia y la ayudó mucho. Renunció a su herencia dándole más importancia en su vida a los bienes espirituales que a los materiales.
Francisco nació en Asís, Italia en 1181 ó 1182. Su padre era comerciante y su madre pertenecía a una familia noble. Tenían una situación económica muy desahogada. Su padre comerciaba mucho con Francia y cuando nació su hijo estaba fuera del país. Las gentes apodaron al niño “francesco” (el francés) aunque éste había recibido en su bautismo el nombre de “Juan.”
En su juventud no se interesó ni por los negocios de su padre ni por los estudios. Se dedicó a gozar de la vida sanamente, sin malas costumbres ni vicios. Gastaba mucho dinero pero siempre daba limosnas a los pobres. Le gustaban las románticas tradiciones caballerescas que propagaban los trovadores.
Cuando Francisco tenía como unos veinte años, hubo pleitos y discordia entre las ciudades de Perugia y Asís. Francisco fue prisionero un año y lo soportó con alegría. Cuando recobró la libertad cayó gravemente enfermo. La enfermedad fortaleció y maduró su espíritu. Cuando se recuperó, decidió ir a combatir en el ejército. Se compró una costosa armadura y un manto que regaló a un caballero mal vestido y pobre. Dejó de combatir y volvió a su antigua vida pero sin tomarla tan a la ligera. Se dedicó a la oración y después de un tiempo tuvo la inspiración de vender todos sus bienes y comprar la perla preciosa de la que habla el Evangelio. Se dio cuenta que la batalla espiritual empieza por la mortificación y la victoria sobre los instintos. Un día se encontró con un leproso que le pedía una limosna y le dio un beso.
Visitaba y servía a los enfermos en los hospitales. Siempre, regalaba a los pobres sus vestidos, o el dinero que llevaba. Un día, una imagen de Jesucristo crucificado le habló y le pidió que reparara su Iglesia que estaba en ruinas. Decidió ir y vender su caballo y unas ropas de la tienda de su padre para tener dinero para arreglar la Iglesia de San Damián. Llegó ahí y le ofreció al padre su dinero y le pidió permiso para quedarse a vivir con él. El sacerdote le dijo que sí se podía quedar ahí, pero que no podía aceptar su dinero. El papá de San Francisco, al enterarse de lo sucedido, fue a la Iglesia de San Damián pero su hijo se escondió. Pasó algunos días en oración y ayuno. Regresó a su pueblo y estaba tan desfigurado y mal vestido que las gentes se burlaban de él como si fuese un loco. Su padre lo llevó a su casa y lo golpeó furiosamente, le puso grilletes en los pies y lo encerró en una habitación (Francisco tenía entonces 25 años). Su madre se encargó de ponerle en libertad y él se fue a San Damián. Su padre fue a buscarlo ahí y lo golpeó y le dijo que volviera a su casa o que renunciara a su herencia y le pagara el precio de los vestidos que había vendido de su tienda. San Francisco no tuvo problema en renunciar a la herencia y del dinero de los vestidos pero dijo que pertenecía a Dios y a los pobres. Su padre le obligó a ir con el obispo de Asís quien le sugirió devolver el dinero y tener confianza en Dios. San Francisco devolvió en ese momento la ropa que traía puesta para dársela a su padre ya que a él le pertenecía. El padre se fue muy lastimado y el obispo regaló a San Francisco un viejo vestido de labrador que tenía al que San Francisco le puso una cruz con un trozo de tiza y se lo puso.
San Francisco partió buscando un lugar para establecerse. En un monasterio obtuvo limosna y trabajo como si fuera un mendigo. Unas personas le regalaron una túnica, un cinturón y unas sandalias que usó durante dos años.
Luego regresó a San Damián y fue a Asís para pedir limosna para reparar la Iglesia. Ahí soportó las burlas y el desprecio. Una vez hechas las reparaciones de San Damián hizo lo mismo con la antigua Iglesia de San Pedro. Después se trasladó a una capillita llamada Porciúncula, de los benedictinos, que estaba en una llanura cerca de Asís. Era un sitio muy tranquilo que gustó mucho a San Francisco. Al oir las palabras del Evangelio “...No lleven oro....ni dos túnicas, ni sandalias, ni báculo..”, regaló sus sandalias, su báculo y su cinturón y se quedó solamente con su túnica sujetada con un cordón. Comenzó a hablar a sus oyentes acerca de la penitencia. Sus palabras llegaban a los corazones de sus oyentes. Al saludar a alguien, le decía “La paz del Señor sea contigo”. Dios le había concedido ya el don de profecía y el don de milagros.
San Francisco tuvo muchos seguidores y algunos querían hacerse discípulos suyos. Su primer discípulo fue Bernardo de Quintavalle que era un rico comerciante de Asís que vendió todo lo que tenía para darlo a los pobres. Su segundo discípulo fue Pedro de Cattaneo. San Francisco les concedió hábitos a los dos en abril de 1209.
Cuando ya eran doce discípulos, San Francisco redactó una regla breve e informal que eran principalmente consejos evangélicos para alcanzar la perfección. Después de varios años se autorizó por el Papa Inocencio III la regla y les dio por misión predicar la penitencia.
San Francisco y sus compañeros se trasladaron a una cabaña que luego tuvieron que desalojar. En 1212, el abad regaló a San Francisco la capilla de Porciúncula con la condición de que la conservase siempre como la iglesia principal de la nueva orden. Él la aceptó pero sólo prestada sabiendo que pertenecía a los benedictinos. Alrededor de la Porciúncula construyeron cabañas muy sencillas. La pobreza era el fundamento de su orden. San Francisco sólo llegó a recibir el diaconado porque se consideraba indigno del sacerdocio. Los primeros años de la orden fueron un período de entrenamiento en la pobreza y en la caridad fraterna. Los frailes trabajaban en sus oficios y en los campos vecinos para ganarse el pan de cada día. Cuando no había trabajo suficiente, solían pedir limosna de puerta en puerta. El fundador les había prohibido aceptar dinero. Se distinguían por su gran capacidad de servicio a los demás, especialmente a los leprosos a quienes llamaban “hermanos cristianos”. Debían siempre obedecer al obispo del lugar donde se encontraran. El número de compañeros del santo iba en aumento.
Santa Clara oyó predicar a San Francisco y decidió seguirlo en 1212. San Francisco consiguió que Santa Clara y sus compañeras se establecieran en San Damián. La oración de éstas hacía fecundo el trabajo de los franciscanos.
San Francisco dio a su orden el nombre de “Frailes Menores” ya que quería que fueran humildes. La orden creció tanto que necesitaba de una organización sistemática y de disciplina común. La orden se dividió en provincias y al frente de cada una se puso a un ministro encargado “del bien espiritual de los hermanos”. El orden de fraile creció más alla de los Alpes y tenían misiones en España, Hungría y Alemania. En la orden habían quienes querían hacer unas reformas a las reglas, pero su fundador no estuvo de acuerdo con éstas. Surgieron algunos problemas por esto porque algunos frailes decían que no era posible el no poseer ningún bien. San Francisco decía que éste era precisamente el espíritu y modo de vida de su orden.
San Francisco conoció en Roma a Santo Domingo que había predicado la fe y la penitencia en el sur de Francia.
En la Navidad de 1223 San Francisco construyó una especie de cueva en la que se representó el nacimiento de Cristo y se celebró Misa.
En 1224 se retiró al Monte Alvernia y se construyó ahí una pequeña celda. La única persona que lo acompañó fue el hermano León y no quiso tener visitas. Es aquí donde sucedió el milagro de las estigmas en el cual quedaron impresas las señales de la pasión de Cristo en el cuerpo de Francisco. A partir de entonces llevaba las manos dentro de las mangas del hábito y llevaba medias y zapatos. Dijo que le habían sido reveladas cosas que jamás diría a hombre alguno. Un tiempo después bajo del Monte y curó a muchos enfermos.
San Francisco no quería que el estudio quitara el espíritu de su orden. Decía que sí podían estudiar si el estudio no les quitaba tiempo de su oración y si no lo hacían por vanidad. Temía que la ciencia se convirtiera en enemiga de la pobreza.
La salud de San Francisco se fue deteriorando, los estigmas le hacían sufrir y le debilitaron y ya casi había perdido la vista. En el verano de 1225 lo llevaron con varios doctores porque ya estaba muy enfermo. Poco antes de morir dictó un testamento en el que les recomendaba a los hermanos observar la regla y trabajar manualmente para evitar la ociosidad y dar buen ejemplo. Al enterarse que le quedaban pocas semanas de vida, dijo “¡Bienvenida, hermana muerte!”y pidió que lo llevaran a Porciúncula. Murió el 3 de octubre de 1226 después de escuchar la pasión de Cristo según San Juan. Tenía 44 años de edad. Lo sepultaron en la Iglesia de San Jorge en Asís.
Son famosas las anécdotas de los pajarillos que venían a escucharle cuando cantaba las grandezas del Señor, del conejillo que no quería separarse de él y del lobo amansado por el santo. Algunos dicen que estas son leyenda, otros no.
San Francisco contribuyó mucho a la renovación de la Iglesia de la decadencia y el desorden en que había caído durante la Edad Media. El ayudó a la Iglesia que vivía momentos difíciles.
¿Qué nos enseña la vida de San Francisco?
Nos enseña a vivir la virtud de la humildad. San Francisco tuvo un corazón alegre y humilde. Supo dejar no sólo el dinero de su padre sino que también supo aceptar la voluntad de Dios en su vida. Fue capaz de ver la grandeza de Dios y la pequeñez del hombre. Veía la grandeza de Dios en la naturaleza.
Nos enseña a saber contagiar ese entusiasmo por Cristo a los demás. Predicar a Dios con el ejemplo y con la palabra. San Francisco lo hizo con Santa Clara y con sus seguidores dando buen ejemplo de la libertad que da la pobreza.
Nos enseña el valor del sacrificio. San Francisco vivió su vida ofreciendo sacrificios a Dios.
Nos enseña a vivir con sencillez y con mucho amor a Dios. Lo más importante para él era estar cerca de Dios. Su vida de oración fue muy profunda y era lo primordial en su vida.
Fue fiel a la Iglesia y al Papa. Fundó la orden de los franciscanos de acuerdo con los requisitos de la Iglesia y les pedía a los frailes obedecer a los obispos.
Nos enseña a vivir cerca de Dios y no de las cosas materiales. Saber encontrar en la pobreza la alegría, ya que para amar a Dios no se necesita nada material.
Nos enseña lo importante que es sentirnos parte de la Iglesia y ayudarla siempre pero especialmente en momentos de dificultad.
Que es un santo?
¿Qué es un Santo?
Las características de aquellos que por su vida, sus obras y su Amor a Dios son ahoraSantosSer santo es participar de la santidad de Dios. Jesucristo es el Santo de los santos y elEspíritu Santo es el SantificadorTodos fuimos creados por Dios para ser santos, en la tierra y entoncesplenamente en la eternidad en el cielo. Perdimos la vida de gracia por el pecado, peroJesucristo nos reconcilió con el Padre por medio de la Cruz. Por el bautismo recibimoslos méritos de Cristo y somos liberados del pecado e injertados en Cristo para ser Hijosde Dios y participar de su santidad. San Pablo usa la palabra "santos" para referirse a losfieles (2 Co 13, 12; Ef 1, 1).Quien persevera en la santidad se salvará para la vida eterna. Dios quiere quetodos se salven (1 Tim 2, 4), pero no todos se abren a la gracia que santifica. Parasalvarse es necesario renunciar al pecado y seguir a Cristo con fe. Por eso San Pablo nosexhorta: "Hermanos: Buscad la paz con todos y la santificación, sin la cual nadie veráal Señor" (Heb 12, 14). La única verdadera desgracia es no ser santos. Veneración delos santos Los primeros santos venerados fueron los discípulos de Jesús y los mártires(los que murieron por Cristo). Mas tarde también se incluyó a los confesores (se lesllama así porque con su vida "confesaron" su fe), las vírgenes y otros cristianos quedemostraron amor y fidelidad a Cristo y a su Iglesia y vivieron con virtud heroica.Con el tiempo creció el número de los reconocidos como santos y se dieronabusos y exageraciones, por lo que la Iglesia instituyó un proceso para estudiarcuidadosamente la santidad. Este proceso, que culmina con la "canonización", es guiadopor el Espíritu Santo según la promesa de Jesucristo a la Iglesia de guiarla siempre (cf.Jn 14, 26; Mt 16, 18). Podemos estar seguros que quien es canonizado esverdaderamente santo.La Iglesia no puede contar la cantidad de santos en el cielo ya son innumerables(por eso celebra la fiesta de todos los santos). Solo se consideran para canonizaciónunos pocos que han vivido la santidad en grado heroico.La canonización es para el bien de nosotros en la tierra y en nada beneficia a lossantos que ya gozan de la visión beatífica (ven a Dios cara a cara). Los santos en el cieloson nuestros hermanos mayores que nos ayudan con su ejemplo e intercesión hastallegar a reunirnos con ellos. La devoción a los santos es una expresión de la doctrina dela Comunión de los Santos que enseña que la muerte no rompe los lazos que unen a loscristianos en Cristo.Los protestantes rechazaron la devoción a los santos por no comprender ladoctrina de la comunión de los santos. El Concilio de Trento (1545-1563) reafirmó ladoctrina católica.Los santos interceden por nosotrosEn virtud de que están en Cristo y gozan de sus bienes espirituales, los santospueden interceder por nosotros. La intercesión nunca reemplaza la oración directa aDios, quién puede conceder nuestros ruegos sin la mediación de los santos. Pero, comoPadre, se complace en que sus hijos se ayuden y así participen de su amor. Dios haquerido constituirnos una gran familia, cada miembro haciendo el bien a su prójimo.Los bienes proceden de Dios pero los santos los comparten. Los santos son modelos.Debemos imitar la virtud heroica de los santos. Ellos nos enseñan a interpretar elEvangelio evitando así acomodarlo a nuestra mediocridad y a las desviaciones de lacultura. Por ejemplo, al ver como los santos aman la Eucaristía, a la Virgen y a lospobres, podemos entender hasta donde puede llegar el amor en un corazón que se abre ala gracia. Al venerar a los santos damos gloria a Dios de quien proceden todas las gracias.
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