miércoles, 20 de junio de 2018

Mártires Ingleses (20 de Junio)



Mártires Ingleses
20 de Junio.

Fueron hombres y mujeres, clérigos y laicos que dieron su vida por la fe entre los años 1535 y 1679 en Inglaterra.    Ya habían surgido dificultades entre el trono inglés y la Santa Sede que ponían los fundamentos de una previsible ruptura.

Luego vinieron los problemas de ruptura con Roma en tiempos de Enrique VIII, con motivo del intento de disolución del matrimonio con Catalina de Aragón y su posterior unión con Ana Bolena, a pesar de que el rey inglés había recibido el título de Defensor de la Fe por sus escritos contra la herejía luterana en el comienzo de la Reforma.

Pero fue sobre todo en la sucesión al trono, después de la muerte de María, hija legítima de Enrique VIII y Catalina de Aragón, cuando comienza a reinar en Inglaterra Isabel, cuando se desencadenan los hechos persecutorios a cuyo término hay que contar 316 martirios entre laicos hombres, mujeres y clérigos.-    Primero fueron dos leyes: El Decreto de Supremacía, y el Acta de Uniformidad (1559). Por ellas el Trono se arrogaba la primacía en lo político y en lo religioso. Así la Iglesia dejaba de ser «católica» -universal- pasando a ser nacional -inglesa- cuya cabeza, como en lo político era Isabel.

Fue interpretado como una desvinculación de Roma, una herejía, una cuestión de renuncia a la fe que no podía aceptarse en conciencia. De este modo, quienes se negaban al mencionado juramento  o quienes lo rompían quedaban ipso facto considerados como traidores al rey y eran tratados como tales por los que administraban la justicia.

Vino la excomunión a la reina por el Papa Pío V (1570). Se endurecían las presiones hasta el punto de quedar prohibido a los sacerdotes transmitir al pueblo la excomunión de la Reina Isabel I.  En Inglaterra se emanó un Decreto (1585) por el que se prohibía la misa y se expulsaba a los sacerdotes.

Bastaba con sorprender una reunión clandestina para decir misa, unas ropas para los oficios sagrados descubiertas en cualquier escondite, libros litúrgicos para los oficios, un hábito religioso o la denuncia de los espías y de malintencionados aprovechados de haber dado hospedaje en su casa a un misionero para acabar en la cuerda.

No se relatan aquí las hagiografías de Juan Fisher, obispo de Rochester y gran defensor de la reina Catalina de Aragón, o del Sir Tomás Moro, Canciller del Reino e íntimo amigo y colaborador de Enrique VIII, -por mencionar un ejemplo de eclesiástico y otro de seglar.

Ana Line fue condenada por albergar sacerdotes en su casa; antes de ser ahorcada pudo dirigirse a la muchedumbre reunida para la ejecución diciendo: «Me han condenado por recibir en mi casa a sacerdotes. Ojalá donde recibí uno hubiera podido recibir a miles, y no me arrepiento por lo que he hecho». Las palabras que pronunció en el cadalso Margarita Clitheroe fueron: «Este camino al cielo es tan corto como cualquier otro».    Margarita Ward entregó también la vida por haber llevado en una cesta la cuerda con la que pudo escapar de la cárcel el padre Watson. Y así, tantos y tantas... murieron mártires de la misa y del sacerdocio.

En la Inglaterra de hoy tan modélica y proclive a la defensa de los derechos del hombre hubo una época en la que no se respetó la libertad de conciencia de los ciudadanos y, aunque las medidas adoptadas para la represión del culto católico eran las frecuente y lastimosamente usadas en las demás naciones cuando habían de sofocar asuntos políticos, militares o religiosos que supusieran traición, pueden verse aún hoy en los archivos del Estado que las causas de aquellas muertes fue siempre religiosa bajo el disimulo de traición.

Y, después de la sentencia condenatoria, los llevaban a la horca, siempre acompañados por un pastor protestante en continua perorata para impedirles hablar con los amigos o rezar en paz

Oremos
Señor y Dios nuestro, que nos das constancia en la fe y fortaleza en la debilidad , concédenos por el ejemplo y los méritos de los santos mártires ingleses participar en la muerte y resurrección de tu Hijo para que también gocemos contigo, en compañía de tus mártires, de la plena alegría de tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo.

lunes, 18 de junio de 2018

San Gregorio Barbarigo

18 Junio

San Gregorio Barbarigo, obispo.

En Padua, en el territorio de Venecia, san Gregorio Barbarigo, obispo, que instituyó un seminario para clérigos, enseñó el catecismo a los niños en su propio dialecto, celebró un sínodo, mantuvo coloquios con su clero y abrió muchas escuelas, mostrándose liberal con todos y exigente consigo mismo.

Que San Juan XXIII reparase en su grandeza humana, intelectual y espiritual lo dice todo. Su vasta cultura científica y literaria, así como el conocimiento de la realidad histórica y eclesial de su tiempo, le permitió abordar con rigor áreas diversas. Ser políglota le facilitó holgado acceso a muchas personas.

Pero, por encima de estas y otras muchas cualidades que poseía, el «papa bueno» subrayó lo esencial: «cultivó ante todo un espíritu exquisito de santidad auténtica, purísima, que le permitió conservar la inocencia bautismal y crecer año tras año en el ejercicio de las virtudes sacerdotales más altas y edificantes […] una fe que lo puso en guardia contra las sutilezas del quietismo y del galicanismo, una confianza en Dios que le hacía familiar la elevación continuada de su espíritu hacia Jesús, mediante jaculatorias continuas como dardos de amor, una fortaleza impertérrita en circunstancias angustiosas que le hicieron decir con el puño cerrado sobre el pecho: ‘color de púrpura, color de sangre; y que esto os diga que por la justicia y por el buen derecho de Dios yo estoy dispuesto a sacrificar mi vida’. Una caridad inflamada de padre y de pastor desarrollada en las formas más abundantes y variadas de la entrega de un gran corazón de hombre insigne y de sacerdote venerable».

Nació en Venecia el 16 de septiembre de 1625 en el seno de una familia aristocrática de origen dálmata. Fue el primogénito de cuatro hermanos. Su padre Gianfrancesco era senador de la República. Cuando tenía 6 años perdió a su madre, y aquél se ocupó personalmente de que recibiera una esmerada educación espiritual e intelectual. Hizo de Gregorio un hombre competente, sincero, responsable y fiel. Sembró en su corazón la semilla de la fe incluyendo en su catecismo cotidiano la oración y la comunión, prácticas que fueron impregnando su vida.

Muy joven ingresó en la carrera diplomática. Fue secretario del embajador de Venecia y junto a él intervino en 1648 en el Tratado de Wetsfalia integrando el equipo de los que pusieron fin a la guerra de los Treinta Años. Su amigo Fabio Chigi, luego pontífice Alejandro VII, le impulsó al sacerdocio. Compartían la oración y también intercambiaban sus impresiones; estudios y afanes elevados eran tema común. Gregorio huía de la farándula. Tenía la oportunidad de ir a teatros, a festivales…, pero elegía la lectura de profundas obras como la del jesuita P. Hayneufe. Chigi le obsequió con un ejemplar de la Introducción a la vida devota de san Francisco de Sales recordándole que en él ambos hallarían la fuente que estimularía su voluntad incendiando su corazón.

Culminados sus estudios en Padua, como habían convenido, fue ordenado sacerdote. Dos meses más tarde, el recién aclamado pontífice lo llamó. Puso en sus manos altas misiones, entre otras, ser prelado de la Casa Pontificia. En el transcurso de la epidemia de peste bubónica, que causó la muerte a su madre, estuvo al frente del campo de operaciones establecido en el Trastévere por indicación de Alejandro VII. Sin poder evitar el temor que inicialmente le produjo hallarse entre los leprosos, extrajo de la oración su fortaleza y ejerció una labor admirable. Se desvivió atendiendo a los damnificados y consoló a los que perdían a sus seres queridos, ocupándose incluso de sepultar a los muertos.

En 1657 fue designado obispo de Bergamo. Aceptó después de haber oficiado la Santa Misa para dilucidar la voluntad divina al respecto. Al llegar a su nueva sede puso un signo que denotaba su impronta apostólica y honestidad evangélica. Determinó que el dinero destinado a costear su acogida fuese donado íntegramente a los pobres. Él mismo se desprendió de sus bienes y los repartió entre ellos. Sencillo y extraordinariamente cercano compartía con los feligreses su fe y viandas en sus domicilios fueran selectos o humildes. Carlos Borromeo, por su celo reformador, y Francisco de Sales por su dulzura fueron modelos que tuvo en cuenta. «Trabajar bien y sufrir el mal es el pan de cada día de todos los siervos de Dios, pero sobre todo de los obispos», decía.

Nuevamente Alejandro VII lo reclamó y tuvo que volver a Roma. A toda costa hubiera querido desembarazarse de la misión que le mantuvo allí un año y regresar a su diócesis. Pero en 1664 el papa lo trasladó a Padua para ser su obispo. Los feligreses de Bergamo se despidieron con aflicción de quien ya glosaban su santidad. También él partía con un sentimiento de dolor por los «escándalos» y debilidades que algunas veces constató, sin saber siempre cómo afrontarlos debidamente.

Aludiendo a los que estaban presos de estas flaquezas, decía: «Estos hermanos son mis angustias, mis males, estas mis lágrimas». En Padua siguió impulsando la formación de los niños y de los jóvenes, recorrió uno por uno todos los recodos de la diócesis, creó imprentas a través de las cuales proporcionaba a la gente lecturas formativas; fue un apóstol incansable del Evangelio. Allí completó la reforma del clero y de los fieles emprendida en Bergamo.

Bajo su égida pastoral los seminaristas y sacerdotes recibieron una preparación excepcional. No escatimó esfuerzos para que tuviesen los mejores medios materiales, con un nuevo seminario, y humanos recurriendo a expertos profesores de otros lugares. Confió a su amigo el gran duque Cósimo III: «El seminario es la única diversión que encuentro entre las espinas del gobierno episcopal».

Fue artífice de instituciones benéficas, escuelas, y centros para el estudio de idiomas. En 1667 el papa lo nombró cardenal. Dos veces pudo haber sido elegido pontífice, y en ambas se negó. Fue un gran promotor de la fe, de la unidad de las iglesias, y fundador de la Congregación de los Oblatos de los Santos Prodóscimo y Antonio, en Padua.

Siempre dijo: «Un obispo no debe saber lo que es el descanso»; dio fehacientes pruebas de ello. Murió el 17 de junio del año 1697 en Padua. Clemente XIV lo beatificó el 6 de junio de 1771. San Juan XXIII lo canonizó el 26 de mayo de 1960.


viernes, 15 de junio de 2018

Santa Germana Cousin

Santa Germana Cousin.
15 de Junio.

Esta santa «sin historia», como se la denomina, es otra de las doctoras en el modo admirable y heroico de asumir el anonadamiento espiritual y el perdón. Un ejemplo de vida oculta en Cristo. Pasó su existencia sin realce social ni intelectual. Deforme de nacimiento, despreciada, maltratada, abandonada de los suyos, humillada, y destinada a vivir con los animales, en ese calvario cotidiano, que llevada de su amor a Dios le ofrecía, se labró su morada eterna en el cielo. Y de eso se trata. Algunas pinceladas de su biografía se reconstruyeron en diciembre de 1644, casi medio siglo después de su muerte, cuando se abrió la tumba para enterrar a una parroquiana y hallaron su cuerpo incorrupto. Dos vecinos, que tenían ya cierta edad y habían sido contemporáneos de la joven, echaron mano de su memoria y dieron pistas para identificarla.

Había nacido en Pibrac, Francia, hacia 1579 porque se piensa que falleció en 1601 cuando tenía 22 años. Su deceso se produjo en completa soledad, como había vivido, en el establo y sobre un camastro de rudos sarmientos, acompañada del ganado que custodiaba. Era hija de Laurent Cousin, quien al enviudar de la madre de Germana, Marie Laroche, que falleció cuando aquélla tenía unos 5 años, contrajo matrimonio –era el cuarto para él– con Armande Rajols. Y ésta fue una auténtica madrastra para la pequeña; no tuvo ni un ápice de compasión con la niña. Germana había nacido con una pésima salud. Padecía escrófula y presentaba evidente deformidad en una de sus manos. Ante la pasividad de su padre, Armande la maltrató cruelmente ideando formas despiadadas para infligirle el mayor daño posible. Al final, la separó de su hogar, le vetó el acceso a sus hijos y la destinó al cuidado de las ovejas con las que conviviría hasta el final. Tenía 9 años cuando comenzaron a enviarla a pastorear en la montaña, seguramente con la idea de ir borrando el recuerdo de su existencia, o hacerla desaparecer bajo las fauces de los lobos. Arrinconada, considerada una nulidad para cualquier acción por sencilla que fuera, Germana tuvo dos ángeles tutelares: una iletrada sirvienta de su familia, Juana Aubian, y el párroco de la localidad, Guillermo Carné. La primera volcó en ella sus entrañas de piedad hasta donde le fue posible ya que, en cuanto vieron que podía medio valerse por sí misma, la enviaron al establo. El excelso patrimonio que Juana le legó fue hablarle del Dios misericordioso. A su vez el sacerdote, hombre sin duda virtuoso y clarividente, juzgó que se hallaba ante una elegida del cielo por los signos que apreciaba en ella: bondad, espíritu de mansedumbre, y una inocencia evangélica tal que infundía una alegría ciertamente sobrenatural. La mísera ración de comida, mendrugos de pan que le echaban a cierta distancia en prevención de un eventual contagio, la compartía con los indigentes. Ni siquiera esta muestra de compasión consintió la madrastra, y un día la persiguió para darle público escarmiento. Cuando en presencia del vecindario le arrebató violentamente el delantal donde guardaba su esquilmada provisión para los pobres, quedó impactada por el prodigio que se obró en ese mismo instante. Todos vieron cómo se desprendía del modesto mandil una cascada de flores silvestres bellísimas en una estación impropia para su nacimiento y en un entorno en el que no solían brotar, anegando el suelo con sus brillantes colores.

Laurent despertó un día de su cobarde letargo y ofreció a Germana volver al hogar. La joven agradeció la invitación paterna, pero eligió seguir en el cobertizo. Oraba cotidianamente por la conversión de Armande, que no terminó de conquistar esta gracia hasta poco antes de morir. El párroco acogió a la santa como catequista de los niños que entendían maravillosamente las verdades de la fe a través de los ejemplos que ponía. Era asidua a la misa, rezaba el rosario y no podía evitar que fueran haciéndose extensivos los hechos milagrosos obrados a través de ella, y que ya en vida le dieron fama de santidad. Uno de estos se produjo nada más morir el 15 de junio de 1601, y fue contemplado por varios religiosos que se hallaban de paso en Pibrac. Vieron doce formas blancas que se elevaban hacia el cielo dando escolta a una joven vestida de blanco; llevaba la frente ceñida con una corona de flores. Al descubrir que había fallecido, todos supusieron que era Germana que entraba en la eternidad. Fue enterrada en la iglesia, lugar en el que siguieron multiplicándose los milagros. Los partidarios de la Revolución intentaron destruir sus restos echándoles cal viva. Pero en el siglo XVIII volvieron a hallar su cuerpo incorrupto. Pío IX la beatificó el 7 de mayo de 1854, y la canonizó el 29 de junio de 1867.

miércoles, 30 de mayo de 2018

Santa Juana de Arco


30 de mayo.

Arco, virgen

En Rouen, en la región de Normandía, en Francia, santa Juana de Arco, virgen, conocida como la doncella de Orleans, que después de luchar firmemente por su patria, al final fue entregada al poder de los enemigos, quienes la condenaron en un juicio injusto a ser quemada en la hoguera.

Hija de campesinos, Juana de Arco nació en 1412 en Donremy, Francia. Jamás aprendió a leer y escribir pero su madre que era muy piadosa le infundió una gran confianza en el Padre Celestial y una tierna devoción hacia la Virgen María.

A causa de los estragos de la invasión de los ingleses, Francia atravesaba una difícil situación. Por revelación divina, la santa supo cuál que su misión era salvar a su patria y al rey de las manos de Inglaterra. Sin embargo, sus familiares, amigos y oficiales de la corte francesa desoyeron su petición de sostener un encuentro con el rey.

Al fin, luego de muchos intentos, Juana de Arco conversó con el monarca, quien se quedó impresionado de la sabiduría y revelaciones de la santa.    Los ingleses habían invadido y dominado casi toda Francia; sólo faltaba una ciudad importante: Orleans, y por petición de Santa Juana, el rey Carlos y sus militares le concedieron el mando sobre las tropas, nombrándola capitana. Juana manda a confeccionar una bandera blanca con los nombres de Jesús y de María y al frente de diez mil hombres se dirige hacia Orleans, donde logra un triunfo glorioso.

Luego, se dirige a otras ciudades donde logra la victoria y la libertad del dominio inglés.    Sin embargo, a causa de envidias y ambiciones entre los miembros de la corte del Rey Carlos VII, éste retira a Juana de sus tropas, cayendo herida y hecha prisionera por los borgoñones en la batalla de París.   La santa fue abandonada por los franceses; pero los ingleses estaban supremamente interesados en tenerla en la cárcel, pagando más de mil monedas de oro a los de Borgoña para que se la entregaran, siendo sentenciada a cadena perpetua.

En la prisión, la santa sufrió las más terribles humillaciones e insultos, pero se mantenía adherida a la cruz del Señor y a la protección de la Madre del Cielo y de San Miguel Arcángel.    Los enemigos de Juana la acusaron de utilizar brujería y conjuros para obtener sus conocidas victorias en Francia. Juana de Arco siempre negó todas las acusaciones y pidió que el Pontífice fuese el que la juzgase.

Todos desoyeron su petición, y la santa fue condenada a padecer en la hoguera. Murió rezando y su mayor consuelo era mirar el crucifijo que un religioso le presentaba y encomendarse a Nuestro Señor. Era el 29 de mayo del año 1431.

Tenía apenas 19 años.   

Fue declarada Santa, por el Papa Benedicto XV, en el siglo XX y no en 1454.  
En 1454, el proceso de nulidad, ordenado por el Papa Calixto III, encontró que Juana fue condenada a muerte injustamente y que sus revelaciones eran verdaderas, así como se recogió el milagro de que su corazón, después de que ella fue reducida a cenizas, quedó sin quemar y lleno de sangre.

Esto último, lo testificó Gean Masieu, quien la acompañó los últimos metros hasta la hoguera. Estoy interesada en encontrar libros que hablen de los milagros por los que se dieron la beatificación de Santa Juana de Arco, por el Papa San Pío X, y su canonización por el Papa Benedicto XV, ya que este es un caso curioso, en tanto que Juana es considerada mártir y en tal caso, no se suele pedir el milagro de los otros procesos.


Oremos
Concédenos, Señor, un conocimiento profundo y un amor intenso a tu santo nombre, semejantes a los que diste a Santa Juana de Arco, para que así, sirviéndote con sinceridad y lealtad, a ejemplo suyo también nosotros te agrademos con nuestra fe y con nuestras obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

martes, 8 de mayo de 2018

Nuestra Señora de Luján (8 de mayo)



El Milagro de la Imagen:

Corría el mes de mayo de 1630 cuando la milagrosa imagen de la Virgen de Luján llegó a la Argentina.

Antonio Farías Sáa, era un hacendado radicado en Sumampa (Santiago del Estero) que quería colocar en su estancia una capilla para la Virgen. Este hombre le pidió a un amigo que vivía en Brasil que le enviara una imagen que representara la Inmaculada Concepción de María. El amigo le envió dos, la que le había encargado y otra de la Virgen con el Niño Jesús. Cuando llegaron, fueron colocadas en una carreta y partieron en una caravana rumbo a Sumampa. 
La caravana se detuvo a orillas del río Luján a 67 kilómetros de Buenos Aires, en una hacienda, conocida como la estancia de Rosendo. Al llegar el otro día los carreteros iban a proseguir con el viaje, pero la carreta que llevaba la imagen no se movía, intentaron de todas las formas posibles que caminara, bajaron la mercadería, colocaron más bueyes, pero todo fue inútil, las dos imágenes estaban en el fondo de la carreta en dos pequeños cajones. 
Los carreteros retiraron una imagen y no se movió, la subieron y bajaron la otra, y la carreta marcho normalmente. En ese instante los hombres comprendieron que estaba ocurriendo algo milagroso. Al ver que la Virgen no quería marcharse se dirigieron a la casa más cercana, la de don Rosendo.

La familia se emocionó al ver la imagen y la colocaron el su casa, la noticia corrió por toda la región, y se enteraron hasta en Buenos Aires. Las personas empezaron a viajar al lugar, entonces don Rosendo construyó una pequeña capilla, entre los pajonales de la pampa, en este lugar permaneció la virgencita desde 1630 hasta 1674. 

El Negro Manuel:

Este hombre dedicó toda su vida, desde que llegó a la Argentina, a cuidar a la Virgen de Luján. Fue traído de Africa y vendido como esclavo en Brasil. Llego al Río de la Plata a los 20 años de edad, en la embarcación en donde venia la bendita imagen, presenció el milagro en la estancia de don Rosendo. 
Se desconoce quien era su dueño, pero Manuel permaneció en la estancia al cuidado de la imagen, consagrando su vida al atención de la santísima Virgen. 
La tradición nos dice que Manuel, realizaba curas milagrosas con el sebo de las velas de la capilla y relataba a los peregrinos los viajes de la Santa Virgen, que salía de noche para dar consuelo a los afligidos. Manuel guardaba de los viajes de la Señora los abrojos se desprendían del vestido de la Virgen. Con los años, don Rosendo falleció y el lugar quedo casi abandonado, pero éste hombre fue siempre fiel y continuó al servicio de la Virgen.

Doña Ana Mattos:

Doña Ana Mattos, viuda de Siqueyras era una señora que tenia gran cantidad de tierras a orillas del río Luján, ella quería llevar la imagen a su casa y realizarle una capilla, para ello en el año 1674, habló con el Cura Juan de Oramas, administrador de los bienes de don Rosendo y la colocó en su casa, pero la Santa Virgen desapareció y la encontraron en su antigua ermita (capilla), doña Ana volvió a llevar la imagen a su casa y por segunda vez regresó a la estancia de don Rosendo.

La dama consultó entonces a las autoridades eclesiásticas y civiles, quienes viajaron al lugar y examinaron lo sucedido, esta vez la Virgen fue trasladada en una devota peregrinación y en compañía de Manuel. Desde ese momento la imagen no retornó más a su antigua capilla.

Luego de confirmar la veracidad de lo sucedido la Autoridad Eclesiástica, autorizó oficialmente el culto público a la "Pura y Limpia Concepción del Río Luján". Doña Ana donó el terreno para la realización del nuevo templo en el año 1677 lugar en donde actualmente se encuentra la hermosa Basílica de Luján.

Don Pedro de Montalbo:

El clérigo don Pedro de Montalbo estaba muy enfermo y desahuciado, en 1684 viajó a Luján, casi moribundo fue llevado a la capilla. El Negro Manuel le ungió el pecho con el sebo de la lámpara que ardía en el altar y le dio de beber una infusión con abrojos de los que solía desprender del vestido de la Virgen. Don Pedro sano milagrosamente y agradecido se quedo como primer capellán.

El pueblo de Luján:

El lugar empezó a poblarse con los devotos de la Virgen. De esta forma el paraje se convirtió en una aldea que se llamó Pueblo de Nuestra Sra. de Luján, en 1755 se le otorgó el título de Villa.

La devoción por la Virgen fue creciendo año tras año, así como los milagros que ocurrían y el 23 de octubre de 1730, Luján era instituida Parroquia. El cura párroco don José de Andújar deseaba ampliar el templo y junto al Obispo Fray Juan de Arregui, iniciaron la construcción, pero esta no llegó a buen termino porque después de grandes contratiempos terminó por desplomarse.

Don Juan de Lezica y Torrezuri:

Este hombre nacido en Vizcaya, España, estaba muy enfermo y fue curado milagrosamente por la Santísima Virgen de Luján. Don Juan, en agradecimiento se entregó por completo a la creación del nuevo templo y a fines de 1754 se inicio la construcción, en 1763 se terminó felizmente la obra y los cabildantes de Luján eligieron y juraron a Nuestra Señora por celestial Reina y Patrona.

El Padre Salvaire:

Hacia el año 1872, el Arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Federico Aneiros, entregó la custodia del templo a los sacerdotes de la congregación de la Misión, conocidos como Padres Lazaristas. En aquel entonces el teniente Cura Jorge María Salvaire fue herido en un viaje por los indios y estuvo al borde de la muerte, en ese momento realizó una promesa a la Santísima Virgen y milagrosamente fue sanado.

La promesa del Padre Salvaire fue, "Publicaré tus milagros..., engrandeceré tu Iglesia" En cumplimiento de este voto, publicó en 1885 la "Historia de Nuestra Sra. de Luján". 
En 1889 fue nombrado Cura Párroco de Luján y dedicó su vida y esfuerzos para edificar la gran Basílica, con el apoyo de Monseñor Aneiros y la colaboración de sus compañeros de Congregación, inició la construcción de la actual Basílica Nacional.

Cuando falleció en 1899, la obra continuo en las manos del Padre Dávani, quien murió en 1922, para ese entonces el Santuario ya estaba terminado en su estructura fundamental.

La Solemne Coronación de la Virgen de Luján:

EL Padre Salvaire, en 1886, presentó al Papa León XIII, la petición del Episcopado y de los fieles del Río de la Plata para la coronación de la Virgen, el Pontífice bendijo la corona y le otorgó Oficio y Misa propios para su festividad, que quedó establecida en el sábado anterior al IV domingo después de Pascua. La Coronación se realizó en mayo de 1887.

La Basílica de Luján:

El Santuario de Luján es de estilo gótico ojival del siglo XIII. Sus dimensiones son: anchura en el crucero, 68,50 m.; longitud, 104 metros; anchura de frente, 42 m.; altura en las dos torres mayores, 106 m. El 8 de diciembre de 1930, el Papa Pío XII, le otorgó oficialmente el título de Basílica.

La Imagen de la Virgen de Luján:

La imagen es pequeña (38 centímetros), está modelada en arcilla cocida (terracota), su rostro es ovalado, de color moreno. Los pies de la Santa Imagen se apoyan sobre nubes, desde las cuales surge una media luna y cuatro cabezas de querubines, con sus pequeñas alas desplegadas. 
Esta cubierta con vestiduras: túnica blanca y manto azul-celeste. Tiene las manos juntas en el pecho.

El Padre Salvaire hizo recubrir la Santa imagen con una coraza de plata para impedir su deterioro. Antes de esta operación se sacaron moldes que permitieron su reproducción auténtica. 
En 1887, el Padre colocó la Imagen sobre una base de Bronce, le adosó la rayera gótica con la inscripción: "Es la Virgen de Luján la primera Fundadora de esta Villa" y una aureola de doce estrellas. Ornamentada en esta forma, fue coronada con la corona Imperial bendecida por León XIII.

 El 3 de diciembre de 1871 se realizó la primera peregrinación general al Santuario de Luján, desde entonces millones de personas concurren cada año. Es uno de los centros de peregrinación más importantes de Latinoamérica. Actualmente, la fiesta principal se celebra el 8 de mayo.

San Amato Ronconi (8 de Mayo)

8 de Mayo.

SAN AMATO RONCONI

En el siglo que vio surgir y afirmarse el nuevo astro de la espiritualidad cristiana, san Francisco de Asís y todo el vasto movimiento de renovación en la pobreza, en la Italia central, antes y junto a otras regiones, surgieron otras figuras ejemplares de caridad, que a su paso donaron su juventud y sus bienes al nuevo ideal que sacudía las raíces de la Iglesia del siglo XIII. Y una de esas figuras fue la de san Amato Ronconi, que nació de una rica familia de Saludecio (en la nomenclatura medieval S. Lauditius), en la diócesis de Rímini. Se ignora su fecha de nacimiento, así como la de su muerte.

Quedó huérfano de ambos padres, y fue acogido por su hermano mayor Jerónimo, pero llegado a la juventud, se ganó el odio de su cuñada, por haber rechazado un matrimonio que ella había pactado ya para él. Decidió entonces abandonar la casa familiar, y afincado en el Monte Orciale, se dio a la construcción de un hospedaje, dedicado a la Natividad de María Virgen, para dar un lecho a pobres y peregrinos. Para sostener esta laudable obra, y las necesidades económicas anejas, Amato donó en secreto el producto de sus tierras y el fruto de su trabajo de agricultor, que recibía trabajando para otros.

Llevó una vida de penitencia, cada día se flagelaba, al uso de la época, y comía algunas verduras. Bien pronto fue considerado por el pueblo como un loco, pero especialmente por la cuñada, más enfurecida aun porque veía esfumarse la propiedad que podría haber sido suya y de su marido, y por ello no dudó en acusarlo de incesto ante las autoridades [N.ETF: es decir, posiblemente de haberla forzado a ella a tener relaciones, lo que en la legislación de la época, aunque el parentesco era político, constituia incesto]. Según la «Vita» escrita en 1518 por el humanista Sebastián Serico, quien a falta de documentación acudió a las tradiciones orales, el Señor demostró al inocencia de su siervo por medio de varios milagros.

Otros detalles de su vida se obtienen de su testamento, donde se lee que «el honesto y religioso hombre, hermano Amato de la Tercera Orden del beato Francisco, propietario y fundador del hispicio de Santa Maria del Monte Orciale, junto al castillo de Saludecio, hace solemne cesión de ese hospicio y de todas sus propiedades a los Benedictinos de San Julián y de San Gregorio de Conca de Rimini, pidiendo al mismo tiempo ser enterrado en la capilla del mismo hospicio.» El testamento lleva la fecha de 10 de enero de 1292, y es el único documento que atestigua el siglo en el que vivió el santo, porque en un documento fechado el 26 de mayo de 1304, el legado pontificio Card. Francisco de San Eusebio confirmaba esa donación, escribiendo al monje Salvo, prior del hospicio de san Amato, y concedía indulgencia a quien visitase el sepulcro del santo.

La capilla del hospicio, donde según su deseo reposaba su cuerpo, quedó destruida por un incendio ocurrido en mayo de 1330; las reliquias fueron trasladadas a la parroquia de San Biagio. Su culto fue confirmado por el papa Pío VI con el título de beato el 17 de abril de 1776 y fue recientemente canonizado, en noviembre de 2014, por SS Francisco. En Saludecio hay un templo dedicado a su memoria, y su fiesta religiosa ha sido establecida en el 8 de mayo.

Artículo de Antonio Borrelli. El testamento, indica el mismo autor, fue publicado por primera vez en el volumen «Rimini nel secolo XIII», editado en 1862.



fuente: Santi e Beati