martes, 21 de febrero de 2012

San Pedro Damiáni


San Pedro Damiáni


San Pedro Damiáni, obispo y doctor de la Iglesia (1007-1072)

Al lado de san Romualdo, fundador de los camaldulenses, san Juan Gualberto, san Nilo y del monje Hildebrando, (futuro Gregorio VII) fue uno de los hombres más beneméritos e insignes.

Pedro nació en Rávena en el año 1007 en una familia numerosa y pobre. Fue el hijo último; pronto quedó huérfano y al cargo de uno de sus hermanos mayores que lo trató con dureza extrema, casi como a un esclavo, teniéndolo descalzo y a medio cubrir con andrajos, encargado de cuidar de los animales de la granja. Visto en esa situación lo tomó otro hermano a su cuidado; era Damián, con corazón bueno; tan grande fue el cambio, que Pedro no olvidará el gesto y añadirá en adelante, como su segundo nombre, el de su hermano Damián.

A la muerte de Landorfo lo eligieron abad. No dejó Regla escrita, pero sí quedó patente entre los monjes su espíritu: absoluto silencio, trabajo manual básico para vivir, mezcla de vida solitaria en celdas separadas y algunos actos comunes, mucha oración y abundante lectura espiritual.

Fundó el monasterio de Nuestra Señora de Sitria y otros cuatro centros ermitaños más.

La segunda parte de su vida está llena de encargos y legaciones apostólicas; los Papas recurren a él encomendándole asuntos que le llevaron a una actividad incesante para contribuir a mejorar la triste situación de la Iglesia del año 1044.

En 1046, Pedro Damián asistió en Roma a la coronación de Enrique III, emperador del Sacro Imperio romano, que puso providencialmente término al actual estado de cosas. En 1047 está presente en el concilio de Letrán que promulgó ya varios decretos de reforma.

Al regresar a Fonte-Avellana para recuperar su vida de penitencia y soledad es cuando se hace palpable la influencia de su espíritu y lo grande de su prestigio; escribió al Papa Clemente II para que dé impulso a la reforma, y escribe su libro Gomorriano o de los Incontinentes con el que anima a papas y dirigentes a poner remedio al mal.


El Papa Esteban IX (1057-1058) lo nombró cardenal-obispo de Ostia (decano del sagrado colegio de cardenales) en 1057, a pesar de su resistencia; no tuvo el pobre Pedro Damián más remedio que ceder para no incurrir en la excomunión con que se le amenazó si osaba negarse una vez más.

Prematuramente muere el Papa y se van al traste las esperanzas de reforma. Hay un intento de renuncia y de refugiarse en Fonte-Avellana, pero el papa Nicolás II, en 1059, lo hace legado para Milán; allí se soporta desde hace tiempo una desesperada situación por la simonía y la lujuria de los clérigos; convocó un sínodo y llegó a restablecerse el orden, terminando con el escándalo.

El Papa Alejandro III (1061-1070) aprovechó su celo y servicios extraordinarios. Pedro Damián sacó abundantes escritos _irónicos, iracundos, anatematizantes y apocalípticos_ a la asamblea de Augsburgo para acabar con el cisma, porque hay antipapa.


Otra legación, acompañada ahora por Hugón de Cluny, fue en 1063; debía intentar poner freno a Drogon, obispo de Maçon, y restablecer la justicia lesionada en la abadía de Bourgogne y otras cluniacenses como Limoges, San Marcial y Sauvigny.

Se vio obligado a intervenir ante el joven rey Enrique IV en defensa de los derechos pontificios.
No pretendía Pedro llevar una vida de incesante viajar. Pidió un descanso merecido al Papa Alejandro II y que se le aceptara la renuncia a todas sus dignidades; pero Hildebrando, que era cardenal desde que Gregorio VI echó mano de él para que le apoyase en la necesaria reforma.

Pedro Damián acepta complacidísimo con tal de retirarse a Fonte-Avellana. En 1066 se le vio, por mandato de la Santa Sede, en Montecasino para solucionar el conflicto con los monjes de Vallehumbrosa. Se desplazó a Alemania porque Enrique IV intentaba su divorcio matrimonial y era preciso dejar claro ante el concilio los principios de moral cristiana.

También fue preciso arrimar el hombro para reconciliar a su querida Rávena natal con el Papa, lo hizo como legado, en 1072. Precisamente cuando iba a dar cuentas a Roma de ésta última gestión se puso muy enfermo en Faenza, lo llevaron al monasterio de Nuestra Señora de los Ángeles, donde murió el 21 de febrero de 1072.

León XII le declaró doctor de la Iglesia y gracias a su vida ejemplar pudo ser el precursor de la gran reforma llamada gregoriana por llevarla a término feliz el Papa Gregorio VII, desde que lo elevaron a la sede de Pedro en 1073.

El eficaz Pedro Damián, monje como el más enamorado del monacato, sirvió a la Iglesia intentando dar solución a los más enrevesados problemas. Es palpable que la inmensa mayoría de sus contemporáneos seglares no hubieran podido ni siquiera arañar lo que él realizó, aunque ello le llevara a tener que fastidiarse sin poder disfrutar de la soledad que por vocación le hubiera gustado tener.

martes, 7 de febrero de 2012

San Tobías



Uno de los libros más agradables de la Sagrada Escritura es el de Tobías. Este santo fue siempre un exacto cumplidor de sus deberes religiosos. Siendo todavía muy joven, cuando sus familiares se apartaron de la verdadera religión y empezaron a adorar al becerro de oro, él en cambio nunca quiso adorar ese ídolo y era el único que en su familia iba en las grandes fiestas a Jerusalén a adorar al verdadero Dios.

Se casó con una mujer de su propia religión, llamada Ana, y tuvo un hijo al cual le puso también el nombre de Tobías. Cuando el pueblo de Israel fue llevado cautivo a Nínive, Tobías tuvo que ir también allá en destierro, pero allá le concedió Dios la simpatía de los gobernantes y llegó a ocupar un alto puesto en la administración del gobierno. Sin embargo, un nuevo rey ordenó la matanza de todos los israelitas; incluso prohibió su sepultura a fin de que sean los cuervos quienes comiesen sus cuerpos. Pero Tobías, que era muy piadoso y muy caritativo, se dedicó de noche a sepultar los cadáveres de sus paisanos.-

Tobías fue preso de muchos sacrificios y desdichas; pero su entrega generosa y caritativa hacia los más necesitados, así como su constante oración fueron suficientes para que el Señor aplaque todos sus males, y que Tobías y toda su familia pronto gozasen de mucha paz y felicidad.

Esta sublime historia nos presenta el modelo de la familia cristiana, de la felicidad del hogar, que se encuentra en Dios, de los privilegios que Él concede a los que confían en su paternal misericordia. Ninguna pareja de jóvenes cristianos debería llegar al matrimonio sin haber leído éste libro y meditado el secreto de la dicha envidiable que ésta santa familia ofrece a la imitación de los que quieren vivir su fe.

El fin del libro de Tobías es mostrar los caminos de la Divina Providencia que pone a prueba nuestra fe (I Pedro 1,7), más al fin todo lo convierte en consuelo y nuevos favores.

Tobías se encuentra cautivo en Nínive, unos 700 años antes de Jesucristo. Brillan en él extraordinariamente las virtudes de la religión, la fe en las divinas promesas, la firme esperanza en Dios, que le da alegría y fortaleza en las pruebas, y la más tierna caridad para con el prójimo. Tobías, el joven, es un modelo de hijo, lo mismo que su esposa, la joven Sara en quién se cumplen las palabras de Prov. 19,14: “ casa y riqueza se heredan de los padres; mas la mujer prudente la da solo el Señor”

En cuanto a la cuestión de la composición, los dos Tobías mismos parecen ser los autores de éste libro, ya que en los tres primeros capítulos de los textos griegos y ciríacos, Tobías habla en primera persona. Ésta opinión se funda también en la versión griega, que dice en 12,20: “ escribir en un libro todo lo acaecido”. Sin embargo, muchos expositores creen que el libro, tal como hoy se presenta, fue redactado en el tiempo en que el hebreo había dejado de ser lengua del pueblo.

En la Iglesia Católica se cita el libro de Tobías entre los Libros Sagrados desde la era apostólica



Himno

Cantemos al Señor con alegría,

unidos a la voz del Pastor Santo;

demos gracias a Dios, que es luz y guía, 

solícito pastor de su rebaño.


Es su voz y su amor el que nos llama

en la voz del pastor que él ha elegido,

es su amor infinito el que nos ama 

en la entrega y amor de este otro cristo.


Conociendo en la fe su fiel presencia, 

hambrientos de verdad y luz divina, 

sigamos al pastor que es providencia 

de pastos abundantes que son vida.


Apacienta, Señor, guarda a tus hijos, 

manda siempre a tu mies trabajadores; 

cada aurora, a la puerta del aprisco, 

nos aguarde el amor de tus pastores. Amén

jueves, 2 de febrero de 2012

Santa Catalina de Ricci

Virgen(1522-1590)

El siglo XVI fue fecundo en Santos en varias naciones, entre ellas Italia. El 23 de abril de 1522 nacía en Florencia, Toscana-Italia, la futura santa Catalina aunque el ser bautizada le fue impuesto el nombre de Alejandra. Sus padres, que se llamaban Francisco y Catalina, eran buenos cristianos y pertenecientes más bien a la aristocracia de la ciudad. Poco después de nacer Alejandra, murió su madre y su padre pasó a segundos nupcias.
La pequeña Alejandra tanto por su padre como por la madrastra fue tratada y educada con todo cuidado. Ya desde niña aparecieron en ella, virtudes que después darían más copioso fruto cuando se hiciera mayor.
Cuando tenía diez años fue internada por su padre en el Monasterio de Monticelli donde estaba de religiosa su tía Luisa Ricci. Muy pronto quedaron profundamente admiradas las religiosas al descubrir las muchas y profundas virtudes que adornaban su alma. Alguna religiosa medio la expiaba para ver si su virtud, sobre todo la que manifestaba cuando se encontraba ante el Señor en oración, si era algo natural o pasajero. Pasaba largas horas postrada ante el Santísimo Sacramento y meditaba en la Pasión del Señor, en cada uno de los pasos que nos recuerdan los Evangelios. Cuando ya sea religiosa será ésta una de las notas más destacadas de su rica vida espiritual.
A los trece años volvió a la casa paterna siguiendo casi la misma vida que llevara en el internado. Su padre, según costumbre de la época, le propuso un lisonjero porvenir ya que tenía proyectado unirla en matrimonio con uno de los jóvenes de familia más noble de la ciudad. Alejandra agradeció a su padre sus buenos deseos pero le contestó resueltamente que no entraba en sus planes el contraer matrimonio ya que se había ya desposado con Jesucristo al que le había hecho voto de virginidad.
Conoció a dos religiosas dominicas del Convento de San Vicente de Prato, que iban por la calle recogiendo limosna y la joven les pidió que le dieran toda clase de explicaciones del género de vida que en el convento llevaban. Después de bien enterada de ello pidió permiso a sus padres y con su bendición ingresó en aquel mismo Monasterio el 1535, cuando tan soló contaba trece años. Vistió el hábito de la Orden dominicana y al año siguiente emitió los votos religiosos con gran gozo de su alma y de todas las religiosas ya que todas sabían apreciar el gran regalo que les había hecho la Divina Providencia al enviarles esta perla de criatura.
Al poco de profesar el Señor vino a visitarla enviándole una terrible y múltiple enfermedad ya que fueron varias las dolencias que a la vez afligían su débil cuerpo. Las mismas religiosas y los médicos quedaban admirados cómo era posible que pudiera resistir tanto dolor de todo tipo. Se le apareció un Santo de su Orden, hizo sobre ella la señal de la cruz y quedó curada por varios años. Durante estos atroces tormentos tenía una medicina que la curaba, por lo menos le daba paz y alivio: Era el meditar en la Pasión del Señor, en los muchos dolores que Él sufrió por nosotros... Meditaba paso a paso, en toda su viveza y a veces se le manifestaba el Señor bien con la Cruz a cuestas, bien coronado de espinas o clavado en la Cruz. Ante estos dolores del Maestro, Catalina -que así se llamó desde que vistió el hábito dominicano- encontraba fuerzas para cargar con su propia cruz...
Recibió muchos dones y regalos del cielo: Revelaciones, gracias de profecía y milagros... Luces especiales en los más delicados asuntos de los que ella nada sabía. Por ello acudieron a consultarla Papas, cardenales y grandes de la tierra igual que personas sencillas y humildes. A todos atendía con gran bondad y humildad ya que se veía anonada por sus miserias y se sentía la más pecadora de los mortales. El 2 de Febrero de 1590 expiró en el Señor.