Los gemelos médicos que curaban por amor a Cristo
En el siglo III, en la región de Egea, Cilicia (en la actual Turquía), florecieron dos hermanos gemelos con un don extraordinario para la medicina. Sus nombres eran Cosme, que significa "bien adornado", y Damián, "domador". Tras la muerte de su padre, su madre Teodora los educó en la fe cristiana, una fe que moldearía su destino y el ejercicio de su profesión.
Ambos se convirtieron en médicos muy famosos, no solo por su pericia para sanar el cuerpo, sino también por el amor con el que lo hacían. A diferencia de otros galenos de su tiempo, Cosme y Damián no cobraban por sus servicios, atendiendo con igual dedicación a ricos y pobres. A cambio, solo pedían a sus pacientes unos minutos para hablarles sobre Jesucristo y su Evangelio, demostrando que la verdadera curación era la que alcanzaba tanto el cuerpo como el alma.
Su fama y éxito, que incluso atrajo a muchos paganos al cristianismo, llegó a oídos del gobernador romano de la región. En el contexto de la persecución de Diocleciano, los hermanos fueron arrestados y acusados de practicar el cristianismo. A pesar de los duros interrogatorios y las crueles torturas, su fe se mantuvo inquebrantable. Según la tradición, los gemelos sobrevivieron milagrosamente a intentos de martirio por fuego y mar. Finalmente, en el año 303, fueron decapitados, sellando así su testimonio con el martirio.
Su legado perduró mucho después de su muerte. Los fieles comenzaron a acudir a su tumba, donde se reportaron numerosas curaciones milagrosas. La devoción a los santos Cosme y Damián se extendió rápidamente por el Imperio Romano, con la construcción de templos en su honor en ciudades como Constantinopla y Roma. Su memoria nos recuerda que la verdadera medicina es un acto de compasión y que la fe puede ser la mayor fuerza curativa.
Oración a San Cosme y San Damián
Gloriosos mártires Cosme y Damián, que disteis vuestra vida por sostener la santa fe católica.
Dios, concédenos también a nosotros una humildad profunda, una caridad perfecta y un continuo agradecimiento a los infinitos beneficios que recibimos de tu divino Hijo, Jesucristo.
Por la mediación de San Cosme y San Damián, líbranos de la enfermedad y haz que procuremos agradarte en esta vida para bendecirte eternamente en la gloria.
Amén.
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